lunes, 29 de marzo de 2010

Y TANTO QUE ES AJENO EL MAL


Hacía mucho que una película no me desconcertaba tanto. Yo, defensora a ultranza del cine español, amante en el subconsciente de Eduardo Noriega (porque en el consciente no se deja, que si no también), fan de las buenas interpretaciones de Belén Rueda y Clara Lago y seguidora de Angie Cepedas desde Lucecita hasta Los Protegidos, pronuncié un sonado "¿EH?", cuando aparecieron los créditos de la película.

Si con Águila roja me quejaba de un exceso de verbalización, en El mal ajeno me quejo de lo contrario. El subtexto está bien, ¡pero no sirve de nada si no hay texto!. ¿Qué hay del personaje espectador? ¿Ese que se encarga de que a mitad de la película no empieces a preocuparte más del móvil que del nombre de los personajes? Esta película lo pide a gritos. Bueno, quizás la que lo pide soy yo.

Estoy indignada. Pero no con el filme, sino conmigo misma y sobre todo con la parte de mi cerebro que decidió ir a ver una película de Disney y no fue capaz de disfrutar de una historia tan humana y fascinante como la de El mal ajeno. Por lo menos, sí fui capaz de distinguir a una estupendísima Clara Lago, que con un personaje tan estereotípico como el de adolescente que encuentra al amor de su vida a los 17, consiguió que en el montaje final se incluyera una toma en la que la interpretación de la enana saca de sus personajes al propio Noriega y a Cristina Plazas (Los hombres de Paco) tratándo por todos los medios de no estallar en carcajadas ante el monumetal cabreo del personaje de Clarita con su padre. Dejo otra escena que también me parece salida del tiesto:

http://www.youtube.com/watch?v=xC32FxZrpPE

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