sábado, 7 de febrero de 2015

ODIO

ESTE ES UN PEQUEÑO TEXTO DE FICCIÓN QUE ESCRIBÍ EN UN TALLER DE ESCRITURA. ESPERO QUE LO DISFRUTEIS. 

Según la Real Academia de la Lengua, el odio es la aversión hacia algo o alguien cuyo mal se desea. Me hace mucha gracia esta definición. Los académicos no tienen ni idea de lo que es el odio.

No alcanzo a entender muy bien cómo ha pasado, pero hoy puedo decir con absoluta convicción que odio a mi mujer. Cada poro de mi piel la aborrece de una manera diferente. Me enferma de tal modo que mis instintos asesinos están alcanzando nuevos límites. La definición de mi mujer carece totalmente de adjetivos agradables. Ella sola es una falta de respeto para la raza humana.

Quizá usted piense que esta animadversión puede considerarse casi normal dentro de un matrimonio. Muchas parejas terminan siendo dos desconocidos bajo un mismo techo sin motivo alguno para llevarse bien, pero lo que mi señora provoca en mí es algo distinto. Soy un volcán a punto de estallar, un cohete en la cuenta atrás, la parrilla de salida de la Fórmula 1 un domingo por la mañana. Para que se haga una idea, nunca había tenido ganas de matar a nadie hasta que la conocí.

No puedo negar que hubo un pasado en el que nos amamos, pero ese tiempo está más cerca del Pleistoceno que de la realidad. Odio el modo en que camina con prisa sobre la tarima enmoquetada de nuestra casa, como si estuviera dispuesta a acabar hasta con el más diminuto resquicio de vida. Odio cómo entra hablando sola en cualquier estancia, interrumpiendo el silencio con sus estúpidas ideas. Odio cómo da su opinión sobre cualquier tema dando por hecho que el resto estamos de acuerdo. Odio cómo se frota los dientes con tal fuerza que la silueta del cepillo parece un esperpéntico fuego artificial. Me repugna el volumen de su voz. Aborrezco su canalillo arrugado. Su expresión mezcla de superioridad y amargura me provoca arcadas.


Soy consciente de que querer matar a mi esposa me convierte a mí en el malo de la relación, pero esa histérica provoca tal maremágnum de asqueo en mi persona, que mis sentimientos homicidas se han convertido en algo con lo que convivo día a día. Sé que sucederá. Una mañana, alguno de sus impensables comentarios tras leer la noticia de turno, hará que no soporte la temperatura de mi sangre y no podré quedarme quieto ni callado. Cuando me pregunte mirándome por encima del hombro, desde su pedestal de barro, que para qué entreno a los alevines del fútbol del barrio si no hemos ganado nunca o que para qué voy al gimnasio si nací con barriga cerveza, rodearé su cuello con mis manos. Apretaré, poco a poco, sin decir una palabra, solo enfrentando directamente su mirada. Saborearé cómo se escapa el aliento de su cuerpo, cómo su piel muta del rojo al azul, cómo sus ojos atraviesan los míos para mirar al infinito anegados en lágrimas. Finalmente, cesará su esfuerzo por seguir viviendo a expensas de minar la moral ajena Quizá me juzguen y me priven de libertad, pero yo sabré que he librado al mundo de un mal mayor. Su sola presencia.

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