sábado, 7 de febrero de 2015

EL AGOBIO DE ESTAR VIVO

Mi primer vistazo de la mañana siempre es al despertador. Y mi primer movimiento, apretar el endiabaldo snooze para posponer diez minutos más mi incorporación al mundo. A partir de ahí, es un no parar. Desayuna. No olvides la fruta. Las pastillas, que luego te duele todo. Recoge, lo dejan todo tirado, ¿qué les costará? Ventila. El lavavajillas. La cama, no me da tiempo. La base, el rímel, que pocas cejas tengo. El pintalabios, la coleta, a ver si me corto las puntas. ¿Qué me pongo? Venga a la calle. Llaman. De Movistar. Que vienen al mediodía. Llamo yo. ¿Cojo el pan o lo traes tú? Vale, jaja, un beso, te quiero. Corre que no llegas. Y después de cuatro recados tardíos pero necesarios, llego al curro. Aquí se aculmulan las tareas y unas se meten en medio de otras. Es casi imposible no olvidar alguna. Salgo, con todo más o menos hilvanado para el día siguiente y el sol me da de lleno. Sonrío. Disfruto del agobio de estar vivo.

Mi columna en El Día de Zamora

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