Reconocible para todos es la impotencia de no poder ayudar a quien sufre. Observen a ese niño que se cae y llora amargamente. Su madre no puede hacer absolutamente nada por eliminar el dolor físico de sus pequeñas heridas, tan solo cogerlo en brazos y darle consuelo. ¿Cruel? No. Es la vida. Así es. No la inventamos nosotros pero debemos vivirla. Y a menudo nos pone a prueba en este tipo de situaciones límite para los instintos más básicos del ser humano. Si les toca vivir una de estas situaciones en las que alguien llora sin remedio, o gritar sin por qué, o está no habla ni sonríe y un larguísimo etcétera, les presto mi humilde experiencia para que sepan cómo reaccionar. Ante el llanto, la mejor medicina es un abrazo cuyo silencioso significado sea "aquí estoy y aquí estaré". En muchas ocasiones, basta con estar porque no hay palabra que traiga solución. Para quien no cree tener motivos para sonreír, 500 mg de chocolate y una buena lectura, son un tratamiento perfecto. Y para los gritos, lo mejor es que salgan. Que el enfurecido baje del cielo todo el santoral cristiano y otras personalidades religiosas para que, cuando se canse, escuche y atienda el sabio consejo de quien ve sus problemas desde fuera. Quizá todo ello no solucione el problema ajeno pero les aseguro que ayuda y enseña a golpe de madurez.
Mi columna en El Día de Zamora
Que post más bonito!
ResponderEliminarQue vivan el chocolate y los buenos libros y el consuelo de las personas que te quieren!
Besitos guapa!
www.eldiariodeshyris.blogspot.com
creo que ya soy seguidor, no?
ResponderEliminarun besico
y esto está estupendo