Destino, futuro, porvenir, Dios... aquella parte de la vida que no conocemos recibe distintos nombres depediendo de muchísimos factores culturales, religiosos, educativos, etc. Pero lo que sí es común a todo ser humano, lo llame como lo llame, es el enorme deseo de conocer qué va a pasar en su vida.
A unos les da por que les lean las cartas o la palma de las manos, otros creen ver el número de hijos que tendrán o el lugar donde contraerán matrimonio en los posos del café; unos meditan y otros rezan, pero todos ansian saber si sus vidas serán como la ven en sus mentes y como la ansía su alma.
Esto es un mayúsculo error inscrito en el ADN humano; una metedura de pata tran grande como condicionar nuestra existencia a lo que ya no tiene remedio o a la incertidumbre de lo que aún no ha sucedido.
Con lo fácil que es hacer caso a la RAE y vivir en el hoy definido como este día, el momento presente.
Con lo fácil que es no complicarse la vida y, sin embargo, lo que nos gusta.
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