
Generalmente, esto pasa cuando una discusión con un ser querido o un gran disgusto nos provoca tal frustración que invertimos horas y horas en darle una solución. Al principio no la encontraremos por una razón sencilla: no hay comunicación con la causa de nuestro runrun mental. Nuestro amigo no nos habla, nuestra pareja no contesta al wassap o nuestra familia no nos escucha. Con el paso del tiempo, valioso amigos, si esa necesaria charla no se ha producido, veremos el trauma con distancia y otros ojos y le daremos explicación.
Pero recuerden que podrían haberse ahorrado tanto drama escuchando y conversando como seres civilizados, ¿no les parece?
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