viernes, 8 de enero de 2016

PRIMER Y ÚLTIMO BUFIDO

Pasadas comilonas, visitas y amenazas de recibir carbón por mal comportamiento, toca volver a la normalidad de cada uno. La mía incluye compartir en estas líneas lo que voy aprendiendo cada 24 horas regaladas y, en esta ocasión, voy a contarles lo que he aprendido la pasada Navidad. Teóricamente, los festivos sirven no solo para compartir ratos entrañables con familia y amigos sino también para descansar y desconectar, aunque sea mínimamente. Pero, a veces, no se puede. En ocasiones, la carga de trabajo y la presión mental son tal que acumulamos y acumulamos hasta que un estado de estrés, ansiedad y apatía se apodera de cada minuto. Estamos de mal humor continuo, nos molesta hasta el más mínimo detalle de la existencia ajena y nuestra compañía deja de ser grata alejándonos de todo. Llegará un punto en el que alguien que no lo merece se llevará una mala contestación y ese será el toque de atención. Conclusión: al primer bufido, frenen. Si no disfrutamos de nuestra existencia, nadie lo hará por nosotros.

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