domingo, 1 de agosto de 2010

TOY STORY 3 O CÓMO METER UNA EXPLOSIÓN EN LOS PRIMEROS 5 MINUTOS DE UNA PELÍCULA INFANTIL



Será una historia de juguetes o una película para niños pero lo tiene todo. Cinematográficamente Toy Story 3 es una de esas joyas que dejan al espectador a gusto: los buenos son buenos, los malos son malos y todo el mundo sale pensando que los creativos de Disney tienen una imaginación que no les cabe en el cerebro. Y tienen toda la razón.

Evidentemente, después del éxito de las dos primeras entregas, Toy Story 3 pedía un despliegue de medios. Pero este necesario derroche de recursos jugaba como un arma de doble filo: podía (y puede) maravillar a los espectadores y mantenerlos sin parpadear las dos horas que dura el largometraje, a la vez que suponía la pérdida la originalidad de la sencillez inicial (algo que, por otro lado, ya comenzó a pasar en la segunda parte).

Sin embargo, esta apuesta "hasta el infinito y más allá" de efectos especiales, giros en las tramas y planes para escapar, sobre todo en favor de un aprovechamiento visual del 3D y el HD, no merman para nada la calidad de la historia. Si hay algo que merece la pena ser destacado en este largometraje es la impresionante capacidad de los guionistas para no dejar escapar ningún detalle, ni de esta trama ni de las anteriores. Todas y cada una de las respuestas y esperanzas del espectador son resueltas: desde qué demonios pasó con Betty boo beep (desterrada estratégicamente al entrar el emporio Barbie en el éxito de Pixar), cómo puede ser Ken malo si está claro que acabará con la rubia, hasta cómo un universitario vuelve a jugar con sus recuerdos de infancia.

Sin duda un guión sublime, lleno de espectáculo visual pero también de perfección dramática. Un placer para los niños y una joya para los cinéfilos.

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