sábado, 28 de febrero de 2015

UN DISPARO DIRECTO A TODOS LOS PÚBLICOS

Me cuesta mucho escribir esta crítica pues, una vez terminó el último film de Clint Eastwood, me quedé como una hoja en blanco. Pero no vacía como después de ver 50 sombras de Grey. Al contrario. En la breve oscuridad de la sala del cine, me sentí llena de una enorme impotencia por la injusticia que acaba de contemplar, consumir y disfrutar. Me costó dejar de machacar intensamente el pobre palo de mi Chupa Chups y levantarme de la butaca. A mí y al resto de la sala.

Lo primero que he de decir es que Cooper está inmenso. Física y emocionalmente. Así como su cambio corporal es realmente espectacular, su trabajo de contención emocional bien merecería el Oscar si no fuera yo tan defensora de Eddie Redmayne y su Teoría del Todo. Solo Cooper puede mirar a través de un gatillo con ojos de cachorro asustado pese a los increíbles músculos que gasta en este trabajo y hacer que contengamos la respiración, nos emocionemos y recemos para que no tenga que disparar. 

No se puede decir menos de Sienna Miller en su papel de madre y esposa sufridora, ni de ninguno de los compañeros de batalla del protagonista. Todos ellos elevan el horror de la guerra a algo más que malas noticias diarias; nos lo hacen sentir en la propia piel sin escenas desagradables ni exceso de sangre pero sí de un dura realidad y emociones intensamente humanas.

A Eastwood lo elevo a categoría de Dios y lo relevo de mi lista de futuros visionados porque siempre me da la misma lección: la vida es injusta. Y encima lo hace bien. Bien es poco, sublimemente. Con sencillez, con delicadeza, mostrando la realidad tal cual dura, salvaje, dulce y sincera es. 

Todo ellos hace que El Francotirador sea una película más que recomendable, casi obligatoria. 

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