viernes, 10 de abril de 2015

UN ECLIPSE DIARIO

El 20 de marzo del año presente, a la misma hora en la que se completaba un espectacular eclipse solar, una pareja de mediana edad se hacía arrumacos cariñosos, respetuosos, amables, tiernos y muy auténticos en una cafetería. En ese mismo espacio, me hallaba yo con una amiga, "muriéndome de amor" ante tan natural e inusual estampa, cuando mi compañía espetó "le voy a decir a este que en un rato hago la comida". Mi cabeza empezó a girar a velocidad columnista y le pregunté por qué las parejas hacían cosas tan estúpidas como avisarse de que van a cocinar estando cada uno en una punta de la ciudad o informarse de que van al baño en cualquier situación, y no eran lo suficientemente valientes y románticas como para hacer lo que estaban haciendo aquella mujer y el amor de su vida. ¿Por qué nos es tan natural hacer bobadas a diario, carentes de significado, y es tan raro que demostremos el amor que sentimos en pareja con gestos tan sencillos como una caricia en la cara o un guiño pícaro? ¿Cómo es posible que nos digamos tanta tontería por whatsApp y nos sorprenda que dos personas tomen un café con las manos entrelazadas y la mirada perdida el uno en la otra? Quizá ese espectacular momento fuera cosa del eclipse. Deseo que no sea así, pero, si lo era, necesitamos un eclipse diario.

Recuerda que también puedes leer mi columna en El Día de Zamora

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