sábado, 30 de mayo de 2015

5 DE OCTUBRE DE 1072

Ilustración de Justo Jimeno
Este año tampoco pudo ser pero, ya que escribí esta historia para que fuera leído por otros y no para disfrutarlo yo sola, os presento mi pequeña aportación al concurso de microrrelatos de la Feria del Libro de Zamora. Deseo de todo corazón que os guste tanto como a mí escribirlo:

Anochecía pero visitó el torreón del castillo, su morada desde hacía tanto. Con la delicadeza de su real educación, subió despacio, solemne, con la cabeza alta pese a la carga de su invisible corona. Entonces, contempló la mejor vista posible: su Zamora.

La reina Sancha la trajo al mundo en León pero sentía aquella tierra como suya desde que su padre se la diera en herencia y su hermano decidiera arrebatársela. Siete meses duraba ya el asedio y hasta ella ignoraba cuánto más resistiría. 

Aquel momento era su soledad elegida. Ni sus damas se acercaban pese a que su vida corría constante peligro en medio del fraternal conflicto. Sola quería contemplar la humilde Santiago de los Caballeros, donde armaron tal a su Cid. “¡Ay, querido Rodrigo!” suspiró. “Si ellos supieran... Si se escribiera el libro de mi vida, que el autor te nombre tanto como sea posible”. También la estremecía el Puente de Piedra, romano testigo de la historia de su reino. La estampa se afeaba cuando irrumpían las tiendas y soldados de Sancho, esperando rendición o un final peor.

Ante aquel pensamiento, Urraca se preguntaba: “¿Qué he hecho, Sancho mío, para que olvides que antes de gobernar, nacimos hermanos?”


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