viernes, 22 de mayo de 2015

ESPUTOS

Líquido transparente y espeso, ascendiendo por gargantas mal acostumbradas. Movimientos faciales que dan impulso a una mole da babas y.. ¡zas! Ya hemos dejado nuestro ADN impreso en el pavimento zamorano de la manera más desagradable posible. 

Supongo que el párrafo anterior ha provocado gestos y sensaciones de repugnancia en más de uno. Si leer lo que es un escupitajo da más que aso, imagínese lo que es verlo a diario en las calles de mi adorada ciudad
De un tiempo a esta parte, vengo observando que la costumbre de salivar en público se ha extendido más de lo deseable entre las gentes zamoranas.

Que sí, que a veces es una necesidad tan humana y necesaria como orinar o miccionar, que también se hace en público más de lo deseable e higiénicamente recomendable, y sino que le pregunten a San Pedro.

Si piensa que lo que está leyendo es pijerío del fino, visualice ese momento en el que uno espera paciente en el paso de cebra de turno a que el semáforo torne verde peatón. Dígame que no es asqueroso que su ajeno compañero de espera decida que es el momento idóneo para dejar su personal recuerdo en el asfalto. O mejor aún. Salga a dar un paseo, ahora que parece que quiere llegar (pero no) el tiempo de terraceo, y fíjese detenidamente en la cantidad de veces que alguien decide lanzar sus personales residuos bucales al pedazo de firme en el que usted debía posar el pie para continuar con su caminata.

Espero que estas palabras sirvan para concienciar a quien las lea y que, a partir de ahora, en Zamora se escupa menos. Aunque quizá sea mejor idea comenzar esta labor el lunes, ya que el domingo me parece un día idóneo para escupir (metafórica y políticamente hablando) a quien a usted le parezca.

Recuerda que también puedes leer mi columna en El Día de Zamora

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