viernes, 12 de junio de 2015

CUANDO SOÑÉ CONTIGO

Hace un año, alguien soñó conmigo. Paseábamos por los jardines de la Catedral. Me pareció tan sencillo y bonito y me hizo tanta ilusión que él hubiera soñado conmigo cuando nos veíamos menos de lo que deberíamos, que le prometí hacerlo realidad. Pero a día de hoy, para mí es ya un imposible porque la vida y el tiempo se encargaron de llevarse bien lejos a ese que una vez soñó conmigo.

Y no los culpo, solo hacían su trabajo. La culpa es mía por pensar siempre "entre semana no tengo tiempo para nada,; mejor lo llamo el fin de semana. Pero éste no, que ya he quedado, que me voy de viaje, que quiero dormir, que estoy cansada, etc. Mejor el que viene". Y al final, no vino nunca.
Esta dolorosa circunstancia me gravó a fuego una lección que bien merece ser compartida a través de estas líneas: Siempre hay tiempo. ¿Qué tenemos en la vida a parte de tiempo? No conocemos nuestro futuro, ni podemos cambiar nuestro pasado; no podemos entrar en la mente de otros ni modificar al gusto la nuestra; no podemos tener un barco, un caballo o un millón de euros pestañeando. Pero tiempo... tiempo es todo lo que hay.
El problema es que no sabemos priorizar. Pensamos que es más importante redactar informes a tiempo que jugar con nuestros hijos un día de diario; estamos convencidos de que hay que ordenar y limpiar hoy, y no mañana, pese a que el teléfono lleva sonando toda la mañana en busca de amistad y una conversación larga. No nos gusta que nos interrumpa, odiamos que nos desbaraten los planes y nos hagan "perder el tiempo" con algo imprevisto. Y luego, cuando los niños crecen y los amigos ya no están, nos arrepentimos y pedimos un segundo más para disfrutar de todo eso que no hicimos "porque no teníamos tiempo".
Yo aprendí esta lección, demasiado tarde. Abuelo, estés donde estés, te debo un paseo.

Recuerda que también puedes leer mi columna en El Día de Zamora

No hay comentarios:

Publicar un comentario