viernes, 21 de agosto de 2015

VOLVER A CASA

“¡Que agusto se está en casa cuando se ha salido”! Típica frase al regresar al querido hogar después
de unos días de merecido descanso. Mente y cuerpo necesitan recesos, más grandes o más pequeños depediendo del bolsillo que los patrocine, pero en todo caso necesarios.

Siempre deseamos irnos de vacaciones para perder al jefe de vista, para “no hacer nada” (aunque luego hacemos todo eso que no podemos cuando la jornada laboral ocupa nuestro preciado tiempo), para disfrutar de la pareja y descansar de la familia (está mal decirlo, pero es una realidad que todos sabemos cierta) y un montón de buenos motivos más cuyo único fin es DESCANSAR (así, en mayúsculas), hacer un reseteado mental, cargar las pilas, etc. 

Y nos vamos. Descansamos tanto como podemos y volvemos. Y... ¡ay, la vuelta...!

Volver de vacaciones es casi más difícil que irse. ¡Si hasta existe una dolencia que pone nombre a esa melancolía de playa y posición horizontal. El síndrome postvacacional.

Durante dos o tres días, uno no es el mismo. Esto se debe a un fenómeno físico consistente en que el cuerpo vuelve a casa, al trabajo, a los quehaceres y deberes diarios pero la mente, no. Nuestros pensamientos tardan ese mencionao lapso de tiempo en regresar del paraíso y centrarse en la vida diaria. Así que durante varias jornadas, uno está descentrado, disipado, melancólico, con la mirada perdida y pensando “Hace 24 horas yo estaba en el mar y era feliz”. 

Volver a nuestra vida es difícil, sin embargo, nunca nos damos cuenta de lo afortundaos que somos de estar obligados a superar esa dificultad. Primero, porque podemos irnos y segundo y casi más importante, porque tenemos a dónde volver.

No hay comentarios:

Publicar un comentario